Lluvias secas
montañas desarraigadas
árboles desiertos
y nosotros pretendiendo
cielo cubierto en llamas
mal aventurados lo que se durmieron
los que se roban un despertar
amanecen con la boca desierta
preguntando que paso con nuestra morada,
con las zonas verdes, el agua cristalina,
los animales salvajes, los niños corriendo en las calles,
los vendedores de frutas en las esquinas,
las mamás en pijama barriendo al frente de la casa.
Que paso con nuestra morada,
está vacía, desolada, los pájaros no se asoman
y los fantasmas resuenan en su cantar
buscando en dónde poderse acomodar.
Las calles oscuras de nuestra morada huelen a muerte,
a miedo, a sangre, huelen a soledad.
Nos hemos convertido en asesinos ponzoñosos
de la morada que nos ha permitido evolucionar
y crecer como seres racionales,
actuando con idiotez a su máximo potencial.
La hemos convertido en un hábitat fantasmal,
sin color, sin energía, sin pálpito
y casi muerta en vida, que pesar.