Cuartada sin razón,
usas tu poder para la lujuria y la obstrucción.
Dices creer en la humanidad,
en la solidaridad,
en la paz, en tu Dios.
Predicas tu doctrina,
te la pasas arrastrando bocas
llenas de moscas al alcance de los niños.
Gritas a los cuatro vientos,
si no siguen tu palabra, se irán al infierno.
¿Tú a donde iras?
Tus pecados definen lo absurdo de lo que dices llamar,
“la palabra, la verdad.”
Ilusos aquellos que te ven como un mensajero.
Mis oídos te sienten como un experto manipulador de sueños.
Eres el autor de sacrilegios,
derrochas blasfemias entre los tuyos,
quemas a los inocentes y escondes la mecha.
Disimulas tus atroces actos mortales en ese traje negro eclesiástico
que dicen llamar vestiduras sagradas.
Las liturgias son excusas para promover tu exclusividad.
Los que no te siguen, se irán al vacío eterno.
¿Tú a donde iras?
Lleno de chanchullos e hipocresías,
te encierras en un cuarto oscuro esperando
que te confiesen los dichos pecadores.
¿A dónde tiraste la piedra que te libera de tanta desdicha?
Te aprovechas de los sensibles,
te comes el cerebro de los inocentes soñadores,
tomas de su sangre y los deshidratas hasta dejarlos en huesos.
Al fin y al cabo eres experto manipulador de sueños.